sábado, 7 de junio de 2014

TODOS MIS MIEDOS: "El temor por la pérdida de aquello que no fue"

Escrito por Zaira Marchetto
(Artes Combinadas – UBA)
alestilovangogh@hotmail.com
 

En esta oportunidad, Nahuel Cano, director de la obra nos acerca una particular propuesta: la de generar la empatía en el público, apelando a su identificación a partir de lo afectivo con la situación que la puesta propone y las reacciones emocionales de los personajes.
Desde el título ya vemos esta intención de forma clara: sus autores – Nahuel Cano y Esteban Bieda- nos llevan a preguntarnos el porqué de la elección del miedo como eje argumental. Como espectadores vamos entonces reconstruyendo el sentido de lo puesto en escena a través de la palabra como vehículo de una simbolización, aquella que concierne a un primer personaje -el del escritor- como protagonista de un desbarajuste emocional típicamente neurótico. La palabra está ubicada desde un inicio: como objeto en tanto libro, como libro en tanto objeto que se transforma en otros objetos; palabra como significante que se dirige a otro allí donde no es posible comunicar, palabra que no encuentra más que el muro del malentendido. Palabra ficcionada y ficcional que no atina a tocar al otro. Encontramos, pues, la palabra verbalizada, en su intento de apelación a otros.
Tenemos en Todos mis miedos una arista representacional, en tanto gestación de un espacio-tiempo diferente al cotidiano, y a través del cual se busca deliberadamente poner al descubierto la verdad de cada personaje involucrado, y de la interacción que entre ellos se propone.
Asimismo, hay momentos en los que se diluye lo ficcional: tal es el caso en que “el personaje sin nombre” vuelve una y otra vez la mirada hacia el público, interpelándolo desde una ruptura de la cuarta pared; también cuando se pone a tocar la guitarra, descontextualizando la ficción tal y como venía siendo presentada, dentro de una lógica representacional, y adquiriendo el tamiz de performance. Y digo “performance” porque no es el objeto sino el sujeto (en este caso el actor/ músico) quien se constituye en lo matérico de su manifestación artística.
En lo relativo a la configuración espacial, unos pilares gruesos que mantienen la estructura de la sala, son grises y las paredes negras. En el piso se ubicaron multitud de libros, apilados algunos, otros desperdigados por el suelo. Algunos atados con hilo de plástico, otros no. Se completa con un cajón y un estante con libros.
Los objetos son funcionalizados en esta obra: constantemente están jugando un rol manipulatorio por parte de los actores, quienes incluso llegan –en un momento de tensión dramática–  a tirarlos contra la pared y el piso.
La iluminación permanece casi constante a lo largo de toda la representación, sólo se sucede un cuasi-apagón (una baja en la intensidad lumínica) cuando los dos personajes femeninos salen de escena y el escritor queda solo con su “alter ego” (léase el personaje sin nombre antes mencionado).
Respecto del lenguaje auditivo, no hay música prácticamente en toda la obra, hasta que el “alter ego” toca con  una guitarra el tema “Henry Lee”, de Nick Cave, un tema cuya letra tiene profunda relación con la trama argumental.

A continuación, la letra del tema traducida al castellano:

Baja, baja pequeño Henry Lee,
y permanece conmigo toda la noche.
No encontrarás a otra chica en éste maldito mundo,
que se pueda comparar a mí.
Y el viento aulló, y el viento sopló.
La la la la la.
La la la la lee.
Un pequeño pájaro se posó sobre Henry Lee.
No puedo bajar, y no bajaré.
Ni permaneceré toda la noche contigo,
por la chica que poseo, en su alegre y verde pradera.
La quiero más que a tí.
Y el viento aulló, y el viento sopló.
La la la la la.
La la la la lee.
Un pequeño pájaro se posó sobre Henry Lee.
Se apoyó contra la cerca,
para conseguir un beso, o dos.
Y con una pequeña navaja en su mano,
lo apuñaló una y otra vez.
Y el viento rugió, y el viento gimió.
La la la la la.
La la la la lee.
Un pequeño pájaro se posó sobre Henry Lee.
Ven y cógelo de sus blancas manos.
Ven y cógelo de sus pies.
Y tíralo en ese hondo, hondo pozo,
de más de cien pies de profundidad.
Y el viento aulló, y el viento sopló.
La la la la la.
La la la la lee.
Un pequeño pájaro se posó sobre Henry Lee.
Yace, yace ahí, pequeño Henry Lee.
Hasta que la carne se despegue de tus huesos.
Por la chica que tuviste en aquella alegre y verde pradera.
Puede esperar por tí para siempre, a que vuelvas a casa.
Y el viento aulló, y el viento gimió.
La la la la la.
La la la la lee.
Un pequeño pájaro se posó sobre Henry Lee - (Nick Cave).-


La constelación sígnica de Todos mis miedos, está dada de modo tal que el mensaje fundamental de la obra logra ser decodificado por el público espectador (y expectante): inmiscuirlo en el desequilibrio situacional de una pareja  separada, la introducción de una alumna enamorada de un escritor fallido, que ansía una aventura romántica/ erótica y encuentra en cambio una historia que no fue ni será. Y un alter ego… desoído.
La configuración sonora de las voces de los personajes genera la incomprensibilidad propia del malentendido fundamental: el del neurótico. Personas que se hablan pero no se oyen, que se gritan pero no se escuchan, que se miran pero no se ven. Dialécticas del sin sentido en un intento efímero de estirar el brazo y nunca tocar con la mano el corazón del otro. Propio de esta época. Vacía y alejada, estar sin estar. Amar sin ser amado, creer estar amando sin sentir verdaderamente amor. Confusión, posesión. Allí donde vemos presencia, no observamos más que ausencia. Y viceversa.
Tomemos como paradigma de lo dicho hasta aquí al “alter ego”: está puesto allí donde, y otra vez, nadie lo “ve”, sin embargo, se escucha, permanentemente habla y habla, intenta vez tras vez comunicarse, sin lograrlo. Nuevamente, metáfora “hecha carne” del vacío comunicacional, redundancias que no llegan nunca a ser percibidas, mensajes que son mal interpretados, o ni siquiera, que no llegan ni a ser decodificados. Escucha absurda de lo que no es. Límite clásico de la relación inter-humana: el muro del malentendido del lenguaje, parafraseando a Lacan.
Vacío que no se quiere ver, reconocer, escuchar, que se intenta tapar, negándolo, en una suerte de represión originaria que no trae más que sintomáticos desencuentros en el ser-siendo con el otro. Y un lugar – otro que no trae más que la devolución especular de una angustia que jamás podrá ser anulada. Emergencia de lo real que permite atravesar esa experiencia primaria, básica y originaria del percibir que aquello que creemos que nos completa, es pura ilusión y mera ausencia.
 
 
FICHA TECNICA
 
DIRECTOR Y DRAMATURGO
Nahuel Cano
DRAMATURGO
Esteban Bieda
 
ACTORES
María Abadi
Anabella Bacigalupo
Diego Echegoyen
Pablo Seijo
 
ASISTENTES ARTÍSTICOS 
Juan Fernández Gebauer
Juan Mako
 
DISEÑO GRÁFICO
Leandro Ibarra
 
ILUMINADORA
Rocio Caliri
 
ESCENÓGRAFA
Julieta Potenze
 
VESTUARISTA
Paola Delgado
FOTOS
Candela Dal Pont 
Sebastían Arpesella
 
PRODUCCIÓN
Estudio ELCUARTO
 
WEB
 
TEATRO
Abasto Social Club
Yatay 666 – Almagro, Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4861 – 7714
Funciones: sábados 23 hs./ domingos 17 hs.







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